miércoles, 23 de enero de 2013

Perfecta Cap:41

–¡No puedo creer que tengamos que pasar por esto para tener un poco de paz e intimidad! –exclamó Miley, exasperada, cuando esa tarde se vio obligada a salir de la casa de sus padres en el patrullero de Ted, con las luces titilantes y la sirena ululante, pero pese a todo perseguidos por los periodistas. Al cruzar la calle principal vio una pancarta que decía “Bienvenida a casa, Miley” –.¿Cómo voy a reanudar mis clases el lunes? Hoy, cuando fui a casa, los reporteros por poco me ahogaron. Cuando conseguí entrar, el teléfono no dejó de llamar ni un solo instante. Flossie y Ada Eldridge están en el séptimo cielo con tanta excitación y tantos chismes para contar sobre la casa vecina –agregó con cansancio.
–Hace doce horas que has vuelto y todavía no has hecho una declaración –dijo Ted, observando por el espejo retrovisor la fila de autos que los seguían.
Doce horas, pensó Miley. Doce horas sin un instante libre para pensar en Nick, para repasar sus recuerdos agridulces, para recuperar fuerzas, para tratar de poner en orden sus pensamientos. Había dormido mal, y cuando se levantó, los agentes del FBI ya la esperaban para seguir interrogándola, y el interrogatorio siguió hasta hacía dos horas. Katherine llamó para sugerir que Miley fuera a su casa, y hacia allí se dirigían, pero Miley tenía la incómoda sensación de que, en cuanto llegaran, Ted y Carl pensaban hacerle preguntas que no quisieron formular delante de sus padres.
–¿No puedes librarte de esos periodistas? –preguntó, enojada–. Deben de ser como cien, y supongo que estarán violando alguna ordenanza municipal.
–El mayor Addleson dice que, ahora que se ha corrido la voz de que estás de vuelta, llegan a tribunales en bandadas y exigen que hagas una declaración. Están aprovechando a fondo las libertades que les concede la primera enmienda, pero que yo sepa no están violando ninguna ordenanza municipal.
Miley miró hacia atrás y notó que casi todos los autos que los seguían se mantenían a una distancia constante con el patrullero de Ted.
–Estaciona el auto junto al cordón de la vereda y hazles multas por exceso de velocidad. Nosotros viajamos a ciento treinta y cinco kilómetros por hora, y ellos también. Ted –agregó, sintiéndose de repente muerta de cansancio–, no sé cómo voy a conservar la cordura si la gente no me deja un rato en paz para que pueda pensar y descansar.
–Ya que vas a pasar la noche en lo de Katherine, tendrás tiempo más que suficiente para dormir y descansar después de que Carl y yo hayamos oído lo que tengas que decirnos.
–Si lo que tú y Carl pretenden es hacerme otro interrogatorio, te advierto que no estoy en condiciones de soportarlo –aclaró, atemorizada ante esa indicación de que sus hermanos querían más respuestas que las que habían oído la noche anterior.
–¡Estás metida hasta las orejas en esto! –dijo Ted en un tono que jamás había usado con ella–. Yo lo sé y Carl también. Y posiblemente también Ingram y Richardson. Decidí que conversáramos en lo de Katherine, porque vive en la única casa de Keaton con verjas eléctricas, y un muro alto que mantendrá a raya a los periodistas.
Mientras hablaba, dobló abruptamente y se internó en el camino de entrada de la mansión de los Cahill, cuyas verjas eléctricas controladas desde la casa por una cámara de control remoto, ya se estaban abriendo para darles paso. Detrás de ellos, los autos cargados de periodistas siguieron derecho, pero Miley estaba demasiado angustiada por la actitud de Ted como para sentirse aliviada. El Blazer de Carl ya estaba estacionado frente a la puerta de la casa. Cuando Miley se disponía a bajar del auto, Ted la contuvo con un brazo.
–Creo que será mejor que conversemos un poco en privado. –Se volvió hacia ella y apoyó un brazo sobre el respaldo del asiento–. Como tu abogado, no pueden obligarme a repetir nada de lo que me digas. Carl no posee esa inmunidad, y Katherine menos.
–¿Abogado? ¿Ya te recibiste?
–Todavía no sé si aprobé el último examen –contestó Ted, cortante–. Pero supongamos que sí, y por ahora consideremos que la falta de notificación no es más que un tecnicismo.
Miley sintió un frío que no tenía ninguna relación con el hecho de que él hubiera apagado el motor del auto.
–No necesito un abogado.
–Creo que lo necesitarás.
–¿Por qué?
–Porque anoche no dijiste toda la verdad. No sabes mentir, Miley, sin duda por falta de experiencia. Y no sigas mirándome así. Estoy tratando de ayudarte.
Miley metió las manos dentro de las mangas de su abrigo y se quedó observando una motita de polvo que tenía en la falda.
–Bueno, adelante –ordenó Ted–. Cuéntame lo que no le dijiste al FBI.
Ella había querido tanto y durante tanto tiempo a ese hermano, que le espantaba la posibilidad de su desaprobación, pero levantó la barbilla y lo miró a los ojos.
–¿Me das tu palabra de honor de que jamás le repetirás a nadie lo que te voy a decir?
La insistencia de Miley en ese punto hizo que Ted maldijera en voz baja.
–Estás metida en esto más de lo que yo creía, ¿verdad?
–No sé qué creíste, Ted. ¿Tengo o no tu palabra de honor?
–¡Por supuesto que tienes mi palabra! –dijo con un tono casi salvaje–. ¡Yo cruzaría el infierno por ti, Miley, y lo sabes! ¡Y Carl también!
Miley trató de controlar el vuelco que dio su corazón al oír esas palabras, pero recordó su promesa de no volver a llorar y respiró hondo.
–Gracias.
–¡No me agradezcas, simplemente habíame! ¿En qué le mentiste anoche al FBI?
–No tenía los ojos vendados. Sabría encontrar esa casa de Colorado.
Notó el esfuerzo que hacía Ted para no demostrar ninguna reacción.
–¿Y qué más?
–Eso es todo.
–¿Qué?
–Es en lo único que mentí.
–¿Y en qué mentiste por omisión? ¿Qué dejaste de decir?
–Nada que no sea exclusivamente asunto mío.
–¡No juegues con tu abogado! ¿Qué fue lo que no dijiste? Tengo que saberlo para protegerte o buscar un abogado con experiencia para que lo haga, en el caso de que sea demasiado difícil para mí.
–¿Estás tratando de averiguar si me acosté con él? –retrucó Miley, y su cansancio y extenuación de repente se convirtieron en enojo–. Porque si es así, no me vengas con jueguitos, como lo hace Richardson. ¡Simplemente pregúntamelo!
–No ataques a Richardson –advirtió Ted–. Él es el único que ha impedido que Ingram te lea tus derechos antes de arrestarte. Ingram sabe que ocultas algo, tal vez mucho, pero Richardson está tan fascinado por ti que permite que lo envuelvas alrededor de tu dedo meñique.
–¡Richardson es un grosero!
–Se ve que no comprendes el efecto que tienes sobre los hombres. Richardson está frustrado –aseguró Ted–, y enamorado como un loco. ¡Pobre tipo!
–Gracias –dijo Miley.
–¿Vamos a seguir discutiendo como dos adolescentes, o me vas a decir qué otra cosa le ocultaste al FBI?
–¿Se te ha ocurrido que es posible que tenga derecho a cierta intimidad y dignidad... ?
–Si quieres tener dignidad, no te acuestes con convictos.
Miley tuvo la sensación de que Ted acababa de pegarle un puñ/etazo en la boca del estómago. Sin decir una sola palabra, bajó del auto y pegó un portazo. Cuando estaba por tocar el timbre, Ted la contuvo.
–¿Qué demonios crees que estás haciendo?
–Ya te he dicho lo único en que mentí y que, si se supiera, podría causarme un problema legal–dijo Miley, oprimiendo el timbre con fuerza–. Ahora les diré al mismo tiempo a Carl y a ti lo que te mueres por saber. Después de eso, ya no hay más que decir.
Carl les abrió la puerta y Miley pasó a su lado, rumbo al vestíbulo, y enseguida se volvió. Sin prestar la menor atención a Katherine que se acercaba por la escalera, miró a su sorprendido hermano mayor y dijo con amargura:
–Ted me ha dicho que ustedes dos suponen que he mentido acerca de todo. Me ha dicho que si quiero tener dignidad e intimidad no debería “acostarme” con convictos, ¡y estoy segura de que tiene razón! Así que aquí tienen toda la verdad: le dije al FBI que Nick no abusó físicamente de mí de ninguna manera, ¡y no lo hizo! Arriesgó su vida por salvar la mía, y ni siquiera ustedes dos, que obviamente lo desprecian a pesar de todo lo que he dicho, pueden convertir eso en un “abuso”. No me lastimó. No me violó. Yo me acosté con él. ¡Me acosté con él, y lo hubiera seguido haciendo durante el resto de mi vida si él lo hubiera querido! ¿Ahora están satisfechos? ¿Eso les basta? Espero que sí, ¡porque era lo único que me faltaba decirles! ¡No sé dónde está Nick! ¡Ignoro hacia dónde se dirige! ¡Ojalá lo supiera... !
Carl la tomó en sus brazos y miró a Ted con furia.
–¿Qué diablos te pasa, para haberla angustiado de esta manera?
Ted estaba tan sorprendido, que hasta miró a su ex mujer en busca de apoyo, pero Katherine sólo meneó la cabeza.
–La especialidad de Ted es hacer llorar a las mujeres que lo quieren. No lo hace a propósito; lo que pasa es que no nos puede perdonar si quebrantamos sus reglas. Justamente por eso es policía, y por eso será abogado. Le gustan las reglas. ¡Adora las reglas! –Tomó a Miley del brazo–. Ven conmigo a la biblioteca, Miley. Estás extenuada, cosa que ninguno de tus dos hermanos parece comprender.
Mientras caminaban tras ellas, Ted miró furioso a Carl.
–No quise angustiarla, ¡sólo le dije que no me ocultara nada!
–¡Podrías haberlo hecho con un poco de tacto, en lugar de interrogarla y hacerla sentir una perdida! –contestó Carl, también furioso.
Miley se desplomó en un sillón y miró con sorpresa y un poco de sensación de culpa esa reunión familiar sin precedentes que de repente tenía a su amiga como líder.
–¡Ustedes dos son unos caraduras al tratar de inmiscuirse en la vida privada de Miley y pretender juzgarla! –informó Katherine con enojo mientras marchaba hacia el bar de caoba y servía cuatro vasos de vino–. ¡Que hipocresía tan monumental! Ella tal vez suponga que los dos son unos santos, porque es lo que siempre le hicieron creer, pero yo sé que no es así. –Tomó el vaso de Miley y el suyo y dejó los otros dos sobre el bar–. Ted: tú me desnudaste en este mismo cuarto antes de que hubiéramos tenido una sola cita juntos, ¡y en esa época yo sólo tenía diecinueve años!

De manera automática Miley aceptó el vaso de vino que su ex cuñada le ofrecía, mientras Katherine señalaba el sofá y agregaba furiosa:
–¡Me desnudaste y me hiciste el amor en ese sofá! Y creo recordar que te sorprendiste y te alegraste al descubrir que todavía era virgen. Una hora después me volviste a hacer el amor en la piscina, y después...
–Lo recuerdo –interrumpió Ted, acercándose al bar para tomar los otros dos vasos de vino. Le entregó uno a Carl–. A menos que me equivoque, en menos de diez segundos vas a necesitar esto. –Katherine confirmó su vaticinio y se volvió hacia el hermano mayor de Miley.
–En cuanto a ti, Carl, ¡estás lejos de ser un santo!
–Deja a mi mujer fuera de esto –advirtió él.
–Ni siquiera pensaba mencionar a Sara –contestó Katherine con frialdad–. Estaba pensando en Ellen Richter y en Liza Bartiesman, cuando estabas en el último año del secundario. Y después, cuando tenías diecinueve años, fue Kaye Summerfield y...

La risa horrorizada y suplicante de Miley los obligó a volverse a mirarla.
–¡Basta! ¡Por favor! –agregó, entre divertida y extenuada–. No sigan. Esta noche ya hemos arruinado demasiadas ilusiones de unos con respecto a los otros.
Ted se volvió hacia Katherine y levantó su vaso en un irónico brindis.
–Como siempre, Katherine, has conseguido criticar y avergonzar a todos los demás, mientras tú te conservas limpia de culpa y cargo.
Katherine perdió por completo su actitud de antagonismo.
–En realidad, yo soy la que debería estar más avergonzada.
–¿Por haberte rebajado a acostarte conmigo, supongo? –preguntó Ted con aburrida indiferencia.
–No –contestó ella en voz baja.
–¿Entonces por qué? –preguntó Ted.
–Tú conoces la respuesta.
–¿Supongo que no será porque nuestro matrimonio haya fracasado?
–No, porque yo fui la causante de que fracasara.
Ted apretó la mandíbula mientras rechazaba con enojo esa suave y sorprendente admisión.
–Y de todos modos, ¿qué estás haciendo en Keaton? –preguntó.
Katherine se acercó al bar y empezó a descorchar una segunda botella de Chardonnay.
–Spencer dice que tengo una necesidad subconsciente de estar un tiempo aquí antes de casarme con él, y que necesito enfrentar toda la censura que desperté al huir cuando nuestro matrimonio se fue al diablo. Dice que es la única manera en que podré recuperar el respeto por mí misma.
Para sorpresa de Ted, su tempestuosa ex mujer lanzó una carcajada contagiosa en el momento de volverse y levantar su vaso para brindar con él.
–¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó Ted.
–Spencer –contestó Katherine–. Siempre me ha hecho acordar de ti...
Miley hizo a un lado el vaso de vino que no había tocado y se puso de pie.
–Tendrán que continuar la discusión sin tenerme como referte. Me voy a la cama. Tengo que dormir un poco.

Miley se puso la bata de cama que Katherine le había prestado y bajó silenciosamente la escalera. Encontró a su amiga en la biblioteca, viendo el noticiario de las diez.
–No esperaba verte hasta mañana –dijo Katherine con una sonrisa, poniéndose de pie–. Pero, por si acaso, te preparé una bandeja con comida. Iré a traerla.
–¿Hubo algo importante en las noticias? –preguntó Miley incapaz de disimular el miedo que se le notaba en la voz.
–Nada acerca de Nicholas Jonas –la tranquilizó Katherine–. Pero te advierto que tú eres el tema principal tanto en los boletines locales como en los nacionales. Me refiero a la noticia de que has regresado del cautiverio, aparentemente a salvo y sin haber sufrido daño.
Cuando Miley le quitó importancia, encogiéndose de hombros, Katherine puso las manos en jarras y la miró sonriente.
–¿Tienes idea de lo famosa que te has vuelto?
–Yo diría más bien que me he vuelto notoria –corrigió Miley, con su habitual tono amistoso y sintiéndose mejor que en ningún otro momento de los últimos dos días.
Katherine señaló con la cabeza la pila de diarios y revistas que había sobre una mesa, cerca del sillón que ocupaba Miley.
–Los guardé para ti, por si querías recortarlos y hacer un álbum o algo por el estilo. Míralos mientras yo voy a buscar la bandeja. ¿O ya los has visto?
–Hace una semana que no veo un diario ni una revista –confesó Miley, tomando un semanario que estaba sobre la pila y volviéndola para ver la tapa–. ¡Oh, Dios! –exclamó entre enojada y risueña al ver su rostro en la tapa de Newsweek debajo de un titular que decía: “Miley Mathison, ¿socia o rehén?”. La hizo a un lado y revisó el resto, sorprendida al ver su fotografía en la primera plana de diarios y revistas de todo el país.
Katherine regresó con una bandeja que depositó frente a ella, en una mesita.
–Toda la ciudad no hace más que hablar de ti –aseguró Katherine–. El mayor Addleson escribió un editorial para el Keaton Crier en el que nos recuerda que a pesar de todo lo que puedan llegar a decir de ti los grandes diarios, aquí nosotros te conocemos y sabemos que nunca te “enredarías” con un criminal como Nicholas Jonas. Creo que ésas fueron sus exactas palabras.

Miley sonrió e hizo a un lado el diario.
–Pero tú sabes que no es así. Como me oíste decirles a Ted y a Carl, me “enredé” con él.
–En ese momento, Addieson refutaba la declaración del camionero que afirmaba que estabas colaborando en la huida de Jonas... jugueteando en la nieve y todo eso. Miley –dijo, vacilante– ¿quieres hablarme sobre... él?
Al mirar a su amiga, Miley recordó las confidencias que habían intercambiado a lo largo de los años. Tenían la misma edad y se hicieron íntimas casi desde el momento en que Ted las presentó. Cuando el matrimonio de Katherine y Ted se disolvió, Katherine volvió a la universidad y luego se fue a vivir a Dallas. Hasta ese momento, se había negado terminantemente a regresar a Keaton, pero ante su insistencia, Miley la había ido a visitar con frecuencia a Dallas. Y esa amistad tan especial que había entre ambas de alguna manera sobrevivió al tiempo y a la separación, y seguía siendo tan vital y natural como siempre.
–Creo que necesito hablar de él –confesó Miley, después de un momento de silencio–. Tal vez así consiga sacármelo de adentro y vuelva a poder pensar en el futuro. –Y habiendo dicho eso, alzó las manos en un gesto indefenso y admitió–: Ni siquiera sé cómo empezar.
Katherine se instaló en el sofá, como si tuviera toda la vida por delante, y le sugirió un punto de partida.
–¿Cómo es Nicholas Jonas en la vida real?
–¿Cómo es? –repitió Miley. Permaneció algunos instantes pensativa, tratando de encontrar una manera de definirlo–. Es duro, Katherine. Muy duro. Pero también es tierno. A veces me dolía la dulzura de las cosas que hacía y decía. –Trató de aclarar con ejemplos lo que decía–. Durante los primeros dos días, creí que sería capaz de matarme si lo desafiaba. Al tercer día conseguí huir en un snowcat que encontré en el garaje...
Tres horas después Miley terminó su historia, habiéndole contado casi todo a Katherine, con excepción de los momentos íntimos, que no trató de ocultar, pero de los que tampoco habló en detalle.
Katherine la escuchó absorta, interrumpiendo sólo para hacer preguntas que le clarificarían la situación. Rió de las cosas divertidas, quedó estupefacta de los celos de Nick por Patrick Swayze, y en otros momentos frunció el entrecejo, a veces en actitud comprensiva, otras con desaprobación.
–¡Que historia! –exclamó cuando Miley terminó de hablar–. Si no fueras tú la que me la cuenta, no creería una sola palabra. ¿Alguna vez te comenté que tuve un feroz enamoramiento de Nicholas Jonas? Después sólo pensé en él como en un asesino. Pero ahora... –Se interrumpió como si no pudiera expresar sus ideas con palabras–. No me sorprende que no puedas dejar de pensar en él. Quiero decir que es una historia que no tiene final, que de alguna manera ha quedado allí colgando, sin terminar. Si Nick es inocente, se supone que la historia tendrá un final feliz y que el verdadero asesino irá a la cárcel. El bueno de la historia no debe pasar el resto de su vida perseguido como un animal salvaje.
–Por desgracia ésta es una historia de la vida real, no una película –aclaró Miley con tono sombrío–. Y así terminará esta historia.
–Sigue siendo un mal final –insistió Katherine–. ¿Y en eso acaba? –Refiriéndose a lo último que Miley le había contado, resumió–: Ayer, al amanecer, se levantaron, él te acompañó al auto y te fuiste. ¿Eso es todo?

1 comentario:

  1. SIGUELA SIGUELA SIGUELA!!!!!
    PORFA ME PASE TODA LA NOCHE LEYENDO TU NOVELAS ME ENCANTO
    YA QUIERO SABER QUE PASO CON NICK, QUE VA PASAR CON MILEY Y NILEY
    LA IDEA DE QUE EL SEA UN EX-CONVICTO Y ELLA TAN DULCE E INOCENTE ME FASCINA ENCERIO SEGUILA!!!!

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