–¡No puedo creer que tengamos
que pasar por esto para tener un poco de paz e intimidad! –exclamó Miley, exasperada, cuando esa tarde se vio obligada a salir de la casa
de sus padres en el patrullero de Ted, con las luces titilantes y la
sirena ululante, pero pese a todo perseguidos por los periodistas. Al
cruzar la calle principal vio una pancarta que decía “Bienvenida a casa, Miley” –.¿Cómo voy a reanudar mis clases el lunes? Hoy, cuando fui a
casa, los reporteros por poco me ahogaron. Cuando conseguí entrar, el
teléfono no dejó de llamar ni un solo instante. Flossie y Ada Eldridge
están en el séptimo cielo con tanta excitación y tantos chismes para
contar sobre la casa vecina –agregó con cansancio.
–Hace
doce horas que has vuelto y todavía no has hecho una declaración –dijo
Ted, observando por el espejo retrovisor la fila de autos que los
seguían.
Doce horas,
pensó Miley. Doce horas sin un instante libre para pensar en Nick,
para repasar sus recuerdos agridulces, para recuperar fuerzas, para
tratar de poner en orden sus pensamientos. Había dormido mal, y cuando
se levantó, los agentes del FBI ya la esperaban para seguir
interrogándola, y el interrogatorio siguió hasta hacía dos horas.
Katherine llamó para sugerir que Miley fuera a su casa, y hacia allí
se dirigían, pero Miley tenía la incómoda sensación de que, en cuanto
llegaran, Ted y Carl pensaban hacerle preguntas que no quisieron
formular delante de sus padres.
–¿No
puedes librarte de esos periodistas? –preguntó, enojada–. Deben de ser
como cien, y supongo que estarán violando alguna ordenanza municipal.
–El
mayor Addleson dice que, ahora que se ha corrido la voz de que estás de
vuelta, llegan a tribunales en bandadas y exigen que hagas una
declaración. Están aprovechando a fondo las libertades que les concede
la primera enmienda, pero que yo sepa no están violando ninguna
ordenanza municipal.
Miley miró hacia atrás y notó que casi todos los autos que los seguían se
mantenían a una distancia constante con el patrullero de Ted.
–Estaciona
el auto junto al cordón de la vereda y hazles multas por exceso de
velocidad. Nosotros viajamos a ciento treinta y cinco kilómetros por
hora, y ellos también. Ted –agregó, sintiéndose de repente muerta de
cansancio–, no sé cómo voy a conservar la cordura si la gente no me deja
un rato en paz para que pueda pensar y descansar.
–Ya
que vas a pasar la noche en lo de Katherine, tendrás tiempo más que
suficiente para dormir y descansar después de que Carl y yo hayamos oído
lo que tengas que decirnos.
–Si
lo que tú y Carl pretenden es hacerme otro interrogatorio, te advierto
que no estoy en condiciones de soportarlo –aclaró, atemorizada ante esa
indicación de que sus hermanos querían más respuestas que las que habían
oído la noche anterior.
–¡Estás
metida hasta las orejas en esto! –dijo Ted en un tono que jamás había
usado con ella–. Yo lo sé y Carl también. Y posiblemente también Ingram y
Richardson. Decidí que conversáramos en lo de Katherine, porque vive en
la única casa de Keaton con verjas eléctricas, y un muro alto que
mantendrá a raya a los periodistas.
Mientras
hablaba, dobló abruptamente y se internó en el camino de entrada de la
mansión de los Cahill, cuyas verjas eléctricas controladas desde la casa
por una cámara de control remoto, ya se estaban abriendo para darles
paso. Detrás de ellos, los autos cargados de periodistas siguieron
derecho, pero Miley estaba demasiado angustiada por la actitud de Ted
como para sentirse aliviada. El Blazer de Carl ya estaba estacionado
frente a la puerta de la casa. Cuando Miley se disponía a bajar del
auto, Ted la contuvo con un brazo.
–Creo
que será mejor que conversemos un poco en privado. –Se volvió hacia
ella y apoyó un brazo sobre el respaldo del asiento–. Como tu abogado,
no pueden obligarme a repetir nada de lo que me digas. Carl no posee esa
inmunidad, y Katherine menos.
–¿Abogado? ¿Ya te recibiste?
–Todavía
no sé si aprobé el último examen –contestó Ted, cortante–. Pero
supongamos que sí, y por ahora consideremos que la falta de notificación
no es más que un tecnicismo.
Miley sintió un frío que no tenía ninguna relación con el hecho de que él hubiera apagado el motor del auto.
–No necesito un abogado.
–Creo que lo necesitarás.
–¿Por qué?
–Porque
anoche no dijiste toda la verdad. No sabes mentir, Miley, sin duda
por falta de experiencia. Y no sigas mirándome así. Estoy tratando de
ayudarte.
Miley metió las manos dentro de las mangas de su abrigo y se quedó observando una motita de polvo que tenía en la falda.
–Bueno, adelante –ordenó Ted–. Cuéntame lo que no le dijiste al FBI.
Ella
había querido tanto y durante tanto tiempo a ese hermano, que le
espantaba la posibilidad de su desaprobación, pero levantó la barbilla y
lo miró a los ojos.
–¿Me das tu palabra de honor de que jamás le repetirás a nadie lo que te voy a decir?
La insistencia de Miley en ese punto hizo que Ted maldijera en voz baja.
–Estás metida en esto más de lo que yo creía, ¿verdad?
–No sé qué creíste, Ted. ¿Tengo o no tu palabra de honor?
–¡Por
supuesto que tienes mi palabra! –dijo con un tono casi salvaje–. ¡Yo
cruzaría el infierno por ti, Miley, y lo sabes! ¡Y Carl también!
Miley trató de controlar el vuelco que dio su corazón al oír esas palabras,
pero recordó su promesa de no volver a llorar y respiró hondo.
–Gracias.
–¡No me agradezcas, simplemente habíame! ¿En qué le mentiste anoche al FBI?
–No tenía los ojos vendados. Sabría encontrar esa casa de Colorado.
Notó el esfuerzo que hacía Ted para no demostrar ninguna reacción.
–¿Y qué más?
–Eso es todo.
–¿Qué?
–Es en lo único que mentí.
–¿Y en qué mentiste por omisión? ¿Qué dejaste de decir?
–Nada que no sea exclusivamente asunto mío.
–¡No
juegues con tu abogado! ¿Qué fue lo que no dijiste? Tengo que saberlo
para protegerte o buscar un abogado con experiencia para que lo haga, en
el caso de que sea demasiado difícil para mí.
–¿Estás
tratando de averiguar si me acosté con él? –retrucó Miley, y su
cansancio y extenuación de repente se convirtieron en enojo–. Porque si
es así, no me vengas con jueguitos, como lo hace Richardson.
¡Simplemente pregúntamelo!
–No
ataques a Richardson –advirtió Ted–. Él es el único que ha impedido que
Ingram te lea tus derechos antes de arrestarte. Ingram sabe que ocultas
algo, tal vez mucho, pero Richardson está tan fascinado por ti que
permite que lo envuelvas alrededor de tu dedo meñique.
–¡Richardson es un grosero!
–Se
ve que no comprendes el efecto que tienes sobre los hombres. Richardson
está frustrado –aseguró Ted–, y enamorado como un loco. ¡Pobre tipo!
–Gracias –dijo Miley.
–¿Vamos a seguir discutiendo como dos adolescentes, o me vas a decir qué otra cosa le ocultaste al FBI?
–¿Se te ha ocurrido que es posible que tenga derecho a cierta intimidad y dignidad... ?
–Si quieres tener dignidad, no te acuestes con convictos.
Miley tuvo la sensación de que Ted acababa de pegarle un puñ/etazo en la boca
del estómago. Sin decir una sola palabra, bajó del auto y pegó un
portazo. Cuando estaba por tocar el timbre, Ted la contuvo.
–¿Qué demonios crees que estás haciendo?
–Ya
te he dicho lo único en que mentí y que, si se supiera, podría causarme
un problema legal–dijo Miley, oprimiendo el timbre con fuerza–. Ahora
les diré al mismo tiempo a Carl y a ti lo que te mueres por saber.
Después de eso, ya no hay más que decir.
Carl
les abrió la puerta y Miley pasó a su lado, rumbo al vestíbulo, y
enseguida se volvió. Sin prestar la menor atención a Katherine que se
acercaba por la escalera, miró a su sorprendido hermano mayor y dijo con
amargura:
–Ted me ha
dicho que ustedes dos suponen que he mentido acerca de todo. Me ha dicho
que si quiero tener dignidad e intimidad no debería “acostarme” con
convictos, ¡y estoy segura de que tiene razón! Así que aquí tienen toda
la verdad: le dije al FBI que Nick no abusó físicamente de mí de ninguna
manera, ¡y no lo hizo! Arriesgó su vida por salvar la mía, y ni
siquiera ustedes dos, que obviamente lo desprecian a pesar de todo lo
que he dicho, pueden convertir eso en un “abuso”. No me lastimó. No me
violó. Yo me acosté con él. ¡Me acosté con él, y lo hubiera seguido
haciendo durante el resto de mi vida si él lo hubiera querido! ¿Ahora
están satisfechos? ¿Eso les basta? Espero que sí, ¡porque era lo único
que me faltaba decirles! ¡No sé dónde está Nick! ¡Ignoro hacia dónde se
dirige! ¡Ojalá lo supiera... !
Carl la tomó en sus brazos y miró a Ted con furia.
–¿Qué diablos te pasa, para haberla angustiado de esta manera?
Ted estaba tan sorprendido, que hasta miró a su ex mujer en busca de apoyo, pero Katherine sólo meneó la cabeza.
–La
especialidad de Ted es hacer llorar a las mujeres que lo quieren. No lo
hace a propósito; lo que pasa es que no nos puede perdonar si
quebrantamos sus reglas. Justamente por eso es policía, y por eso será
abogado. Le gustan las reglas. ¡Adora las reglas! –Tomó a Miley del
brazo–. Ven conmigo a la biblioteca, Miley. Estás extenuada, cosa que
ninguno de tus dos hermanos parece comprender.
Mientras caminaban tras ellas, Ted miró furioso a Carl.
–No quise angustiarla, ¡sólo le dije que no me ocultara nada!
–¡Podrías
haberlo hecho con un poco de tacto, en lugar de interrogarla y hacerla
sentir una perdida! –contestó Carl, también furioso.
Miley se desplomó en un sillón y miró con sorpresa y un poco de sensación de
culpa esa reunión familiar sin precedentes que de repente tenía a su
amiga como líder.
–¡Ustedes
dos son unos caraduras al tratar de inmiscuirse en la vida privada de Miley y pretender juzgarla! –informó Katherine con enojo mientras
marchaba hacia el bar de caoba y servía cuatro vasos de vino–. ¡Que
hipocresía tan monumental! Ella tal vez suponga que los dos son unos
santos, porque es lo que siempre le hicieron creer, pero yo sé que no es
así. –Tomó el vaso de Miley y el suyo y dejó los otros dos sobre el
bar–. Ted: tú me desnudaste en este mismo cuarto antes de que hubiéramos
tenido una sola cita juntos, ¡y en esa época yo sólo tenía diecinueve
años!
De manera
automática Miley aceptó el vaso de vino que su ex cuñada le ofrecía,
mientras Katherine señalaba el sofá y agregaba furiosa:
–¡Me
desnudaste y me hiciste el amor en ese sofá! Y creo recordar que te
sorprendiste y te alegraste al descubrir que todavía era virgen. Una
hora después me volviste a hacer el amor en la piscina, y después...
–Lo
recuerdo –interrumpió Ted, acercándose al bar para tomar los otros dos
vasos de vino. Le entregó uno a Carl–. A menos que me equivoque, en
menos de diez segundos vas a necesitar esto. –Katherine confirmó su
vaticinio y se volvió hacia el hermano mayor de Miley.
–En cuanto a ti, Carl, ¡estás lejos de ser un santo!
–Deja a mi mujer fuera de esto –advirtió él.
–Ni
siquiera pensaba mencionar a Sara –contestó Katherine con frialdad–.
Estaba pensando en Ellen Richter y en Liza Bartiesman, cuando estabas en
el último año del secundario. Y después, cuando tenías diecinueve años,
fue Kaye Summerfield y...
La risa horrorizada y suplicante de Miley los obligó a volverse a mirarla.
–¡Basta!
¡Por favor! –agregó, entre divertida y extenuada–. No sigan. Esta noche
ya hemos arruinado demasiadas ilusiones de unos con respecto a los
otros.
Ted se volvió hacia Katherine y levantó su vaso en un irónico brindis.
–Como
siempre, Katherine, has conseguido criticar y avergonzar a todos los
demás, mientras tú te conservas limpia de culpa y cargo.
Katherine perdió por completo su actitud de antagonismo.
–En realidad, yo soy la que debería estar más avergonzada.
–¿Por haberte rebajado a acostarte conmigo, supongo? –preguntó Ted con aburrida indiferencia.
–No –contestó ella en voz baja.
–¿Entonces por qué? –preguntó Ted.
–Tú conoces la respuesta.
–¿Supongo que no será porque nuestro matrimonio haya fracasado?
–No, porque yo fui la causante de que fracasara.
Ted apretó la mandíbula mientras rechazaba con enojo esa suave y sorprendente admisión.
–Y de todos modos, ¿qué estás haciendo en Keaton? –preguntó.
Katherine se acercó al bar y empezó a descorchar una segunda botella de Chardonnay.
–Spencer
dice que tengo una necesidad subconsciente de estar un tiempo aquí
antes de casarme con él, y que necesito enfrentar toda la censura que
desperté al huir cuando nuestro matrimonio se fue al diablo. Dice que es
la única manera en que podré recuperar el respeto por mí misma.
Para
sorpresa de Ted, su tempestuosa ex mujer lanzó una carcajada contagiosa
en el momento de volverse y levantar su vaso para brindar con él.
–¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó Ted.
–Spencer –contestó Katherine–. Siempre me ha hecho acordar de ti...
Miley hizo a un lado el vaso de vino que no había tocado y se puso de pie.
–Tendrán que continuar la discusión sin tenerme como referte. Me voy a la cama. Tengo que dormir un poco.
Miley se puso la bata de cama
que Katherine le había prestado y bajó silenciosamente la escalera.
Encontró a su amiga en la biblioteca, viendo el noticiario de las diez.
–No
esperaba verte hasta mañana –dijo Katherine con una sonrisa, poniéndose
de pie–. Pero, por si acaso, te preparé una bandeja con comida. Iré a
traerla.
–¿Hubo algo importante en las noticias? –preguntó Miley incapaz de disimular el miedo que se le notaba en la voz.
–Nada
acerca de Nicholas Jonas –la tranquilizó Katherine–. Pero te advierto
que tú eres el tema principal tanto en los boletines locales como en los
nacionales. Me refiero a la noticia de que has regresado del
cautiverio, aparentemente a salvo y sin haber sufrido daño.
Cuando Miley le quitó importancia, encogiéndose de hombros, Katherine puso las manos en jarras y la miró sonriente.
–¿Tienes idea de lo famosa que te has vuelto?
–Yo
diría más bien que me he vuelto notoria –corrigió Miley, con su
habitual tono amistoso y sintiéndose mejor que en ningún otro momento de
los últimos dos días.
Katherine señaló con la cabeza la pila de diarios y revistas que había sobre una mesa, cerca del sillón que ocupaba Miley.
–Los
guardé para ti, por si querías recortarlos y hacer un álbum o algo por
el estilo. Míralos mientras yo voy a buscar la bandeja. ¿O ya los has
visto?
–Hace una
semana que no veo un diario ni una revista –confesó Miley, tomando un
semanario que estaba sobre la pila y volviéndola para ver la tapa–. ¡Oh,
Dios! –exclamó entre enojada y risueña al ver su rostro en la tapa de
Newsweek debajo de un titular que decía: “Miley Mathison, ¿socia o
rehén?”. La hizo a un lado y revisó el resto, sorprendida al ver su
fotografía en la primera plana de diarios y revistas de todo el país.
Katherine regresó con una bandeja que depositó frente a ella, en una mesita.
–Toda
la ciudad no hace más que hablar de ti –aseguró Katherine–. El mayor
Addleson escribió un editorial para el Keaton Crier en el que nos
recuerda que a pesar de todo lo que puedan llegar a decir de ti los
grandes diarios, aquí nosotros te conocemos y sabemos que nunca te
“enredarías” con un criminal como Nicholas Jonas. Creo que ésas fueron
sus exactas palabras.
Miley sonrió e hizo a un lado el diario.
–Pero tú sabes que no es así. Como me oíste decirles a Ted y a Carl, me “enredé” con él.
–En
ese momento, Addieson refutaba la declaración del camionero que
afirmaba que estabas colaborando en la huida de Jonas... jugueteando en
la nieve y todo eso. Miley –dijo, vacilante– ¿quieres hablarme
sobre... él?
Al mirar a
su amiga, Miley recordó las confidencias que habían intercambiado a
lo largo de los años. Tenían la misma edad y se hicieron íntimas casi
desde el momento en que Ted las presentó. Cuando el matrimonio de
Katherine y Ted se disolvió, Katherine volvió a la universidad y luego
se fue a vivir a Dallas. Hasta ese momento, se había negado
terminantemente a regresar a Keaton, pero ante su insistencia, Miley
la había ido a visitar con frecuencia a Dallas. Y esa amistad tan
especial que había entre ambas de alguna manera sobrevivió al tiempo y a
la separación, y seguía siendo tan vital y natural como siempre.
–Creo
que necesito hablar de él –confesó Miley, después de un momento de
silencio–. Tal vez así consiga sacármelo de adentro y vuelva a poder
pensar en el futuro. –Y habiendo dicho eso, alzó las manos en un gesto
indefenso y admitió–: Ni siquiera sé cómo empezar.
Katherine se instaló en el sofá, como si tuviera toda la vida por delante, y le sugirió un punto de partida.
–¿Cómo es Nicholas Jonas en la vida real?
–¿Cómo
es? –repitió Miley. Permaneció algunos instantes pensativa, tratando
de encontrar una manera de definirlo–. Es duro, Katherine. Muy duro.
Pero también es tierno. A veces me dolía la dulzura de las cosas que
hacía y decía. –Trató de aclarar con ejemplos lo que decía–. Durante los
primeros dos días, creí que sería capaz de matarme si lo desafiaba. Al
tercer día conseguí huir en un snowcat que encontré en el garaje...
Tres
horas después Miley terminó su historia, habiéndole contado casi todo
a Katherine, con excepción de los momentos íntimos, que no trató de
ocultar, pero de los que tampoco habló en detalle.
Katherine
la escuchó absorta, interrumpiendo sólo para hacer preguntas que le
clarificarían la situación. Rió de las cosas divertidas, quedó
estupefacta de los celos de Nick por Patrick Swayze, y en otros momentos
frunció el entrecejo, a veces en actitud comprensiva, otras con
desaprobación.
–¡Que
historia! –exclamó cuando Miley terminó de hablar–. Si no fueras tú la
que me la cuenta, no creería una sola palabra. ¿Alguna vez te comenté
que tuve un feroz enamoramiento de Nicholas Jonas? Después sólo pensé en
él como en un asesino. Pero ahora... –Se interrumpió como si no pudiera
expresar sus ideas con palabras–. No me sorprende que no puedas dejar
de pensar en él. Quiero decir que es una historia que no tiene final,
que de alguna manera ha quedado allí colgando, sin terminar. Si Nick es
inocente, se supone que la historia tendrá un final feliz y que el
verdadero asesino irá a la cárcel. El bueno de la historia no debe pasar
el resto de su vida perseguido como un animal salvaje.
–Por
desgracia ésta es una historia de la vida real, no una película –aclaró
Miley con tono sombrío–. Y así terminará esta historia.
–Sigue
siendo un mal final –insistió Katherine–. ¿Y en eso acaba?
–Refiriéndose a lo último que Miley le había contado, resumió–: Ayer,
al amanecer, se levantaron, él te acompañó al auto y te fuiste. ¿Eso es
todo?
SIGUELA SIGUELA SIGUELA!!!!!
ResponderEliminarPORFA ME PASE TODA LA NOCHE LEYENDO TU NOVELAS ME ENCANTO
YA QUIERO SABER QUE PASO CON NICK, QUE VA PASAR CON MILEY Y NILEY
LA IDEA DE QUE EL SEA UN EX-CONVICTO Y ELLA TAN DULCE E INOCENTE ME FASCINA ENCERIO SEGUILA!!!!