sábado, 26 de enero de 2013

Perfecta Cap: 43


La voz sobresaltada de Miley lo hizo volver la cabeza.
–¿En serio ha hecho eso? –preguntó, sorprendida y llena de gratitud.
Paúl vaciló; la expresión de esos ojos lo desarmaba.
–Sí –asintió.
Durante un instante ella lo miró sonriente; después miró a Katherine.
–¡Cancelemos la cicuta! –exclamó. Paúl no pudo menos que reír.
Ese desayuno había sido una experiencia deliciosa, pensó Paúl levantándose a servirse otro café, mientras Katherine y Miley cargaban el lavavajilla. Había pasado un momento muy agradable... y sabía exactamente por qué. Cuando Miley Mathison decidía que alguien le caía bien, se entregaba de todo corazón y sin reservas. Desde el momento en qué le dijo que había tratado de que nadie la arrestara, ella lo empezó a tratar con calidez, sonriendo cuando él hablaba y bromeando cuando se ponía tieso o se comportaba como un agente del FBI. En eso pensaba cuando se dio cuenta de que ella le estaba pidiendo consejo, cosa que también le resultó gratificante.
–Ayer –explicó– conversé con el señor Duncan, el director de la escuela donde trabajo, y le pareció bien que mañana reanude mis clases, pero con la condición de que no sean interrumpidas por los periodistas. Katherine piensa que la única manera de impedirlo es reunirlos a todos y hacer una declaración detallada y formal de lo que sucedió, y después contestar las preguntas que quieran hacerme. ¿Qué le parece?
–Creo que Katherine tiene razón. En realidad es una de las cosas que pensaba sugerirle esta mañana.

Miley abrió un armario para guardar la sartén, sintiendo una enorme frustración ante la necesidad de defenderse ante el mundo.
–No sabe lo que me molesta la idea de que una cantidad de desconocidos crean tener derecho a que les dé explicaciones acerca de algo que no tiene nada que ver con ellos.
–Lo comprendo, pero sólo tiene dos opciones: enfrentar a la prensa ahora y con sus propias condiciones, o permitir que sigan imprimiendo conjeturas dañinas y persiguiéndola a todas partes adonde vaya.
Miley vaciló, y por fin rió.
–Está bien, lo haré, pero les advierto que preferiría enfrentar un pelotón de fusilamiento.
–¿Le gustaría que esté allí para respaldarla?
–¿Realmente haría eso por mí?
¿Si haría eso por ella? pensó Paúl. Por ella, no sólo haría eso sino que estaría dispuesto a matar un dragón... a afeitar la cabeza de un león... a mover una montaña. ¡Por Dios! ¡Hasta estaría dispuesto a secar una sartén!
–Considerando que la presencia del FBI es, en parte, el motivo por el que la persigue la prensa, es lo menos que puedo hacer.
–¡No sé cómo agradecérselo! –dijo ella con sencillez, tratando de no notar que, cuando se mostraba encantador, Paúl le recordaba mucho más a Nick.
–¿Y si me lo agradeciera comiendo conmigo el miércoles?
–¿El miércoles? –preguntó ella, sorprendida–. ¿Todavía piensa estar aquí ese día?
El dragón que Paúl pensaba matar por ella le clavó los dientes en el trasero, el león rugió de risa y la montaña se alzó ante él, gigantesca e inamovible.
–Trate de no demostrar tanto entusiasmo –dijo Paúl.
–No quise que sonara así –dijo ella, apoyando una mano sobre la manga de Paúl y pidiéndole disculpas con la mirada–. Se lo digo en serio. Lo que pasa es que... que me resulta odioso sentir que me espían y me interrogan... aunque sea usted quien lo haga.
–¿No se le ha ocurrido que Jonas tal vez decida venir tras usted, o que su vida puede estar en peligro? –preguntó Paúl, ablandado por la sinceridad de la disculpa y más aún por el gesto inconsciente de Miley–. Jonas es un asesino, y usted misma admite no haberle creado problemas después de que él trató de salvarle la vida. ¿Y si decide que extraña el placer de su compañía? ¿O la agradable seguridad que usted le proporcionaba siendo su rehén? Suponga que de repente decide que usted ya no le es leal, y toma la decisión de vengarse, lo mismo que hizo con su mujer.
–¡Qué disparate! –contestó Miley, meneando la cabeza ante un absurdo tan grande.
En ese momento Paúl deseó devotamente que Jonas hiciera algún movimiento contra Miley, para que él pudiera salvarla de ese cretino y al mismo tiempo demostrarle que tenía razón. Por motivos que no alcanzaba a comprender y menos explicar, todo su instinto le advertía que Jonas trataría de ir a buscarla. O que se pondría en contacto con ella. Por desgracia, Dave Ingram estaba en completo desacuerdo con eso y tenía una explicación muy inquietante para los “instintos” de Paúl. Afirmaba que Paúl estaba tan fascinado con Miley que no podía creer que Jonas no se hubiera enamorado también de ella.
–Bueno, ¿y qué me dice de salir a comer conmigo el miércoles a la noche? –preguntó Paúl.
–No puedo –contestó Miley–. Los miércoles y los viernes por la noche doy clase a adultos.
–Está bien, ¿entonces qué le parece el jueves?
–Me parece bien –contestó Miley, tratando de ocultar el desagrado que le producía saber que el FBI pensaba seguir vigilándola durante tanto tiempo.
–Con respecto a la conferencia de prensa –dijo Katherine, recurriendo a Paúl en busca de consejo–. ¿Dónde conviene hacerla, a qué hora y a quiénes debemos invitar?
–¿Cuál es el edificio de más capacidad del pueblo? –preguntó Paúl.
–El auditorio del colegio secundario –contestó Miley sin vacilar.
Decidieron que la conferencia de prensa tendría lugar a las tres de la tarde. Katherine se ofreció a hablar con el director de la escuela secundaria para que les prestara el auditorio y para llamar al alcalde, quien se encargaría de invitar a la prensa y hacer todos los arreglos necesarios.
–Llamen también a Ted, el hermano de Miley –aconsejó Paúl mientras se ponía la chaqueta–. Pídanle que notifique a toda la oficina del sheriff para que estén allí y me ayuden a impedir que los periodistas ahoguen a Miley. –Miró a Miley y agregó–: ¿Por qué no se viste y me permite llevarla en auto hasta su casa? Así tendrá tiempo suficiente para hacer algunas anotaciones antes de enfrentar al mundo vía satélite y prensa escrita.
–¡Qué manera tan aterrorizante de decirlo! –exclamó Katherine.
–No me parece nada aterrorizante –dijo Miley, sorprendiendo a todos, incluso a sí misma–. Es enfurecedor y también absurdo, pero no aterrorizante. Me niego a permitir que la prensa me aterrorice o me intimide.
Paúl le sonrió con aprobación.
–Iré a calentar el motor del auto mientras usted se viste. Katherine –agregó con una sonrisa–, tengo que agradecerle por esta mañana tan agradable y el desayuno delicioso. La veré en la conferencia de prensa.
Cuando la puerta de calle se cerró tras él, Katherine se volvió hacia Miley y dijo sin rodeos:
–Por si no te has dado cuenta, Miley, éste es un hombre muy especial. Y está loco por ti. Eso es algo que salta a la vista. –Guiñó un ojo–. Y da la casualidad de que además es alto, morocho, buen mozo y extremadamente atractivo...
–¡No sigas! –interrumpió Miley–. No quiero escuchar esas cosas.
–¿Por qué no?
–Porque Richardson me recuerda a Nick –confesó con sencillez–. Siempre me lo ha recordado. –Se quitó el delantal de cocina y se encaminó al vestíbulo.
–Existen algunas diferencias importantes entre los dos –señaló Katherine, subiendo la escalera tras ella–. Paúl Richardson no es un criminal, no es un convicto prófugo, y en lugar de tratar de romperte el corazón está haciendo todo lo posible por protegerte y ayudarte.
–Ya sé –suspiró Miley–. Tienes razón en todo lo que acabas de decir, con excepción de una cosa: Nick no es un criminal. Y antes de que mañana me lo saque completamente de la cabeza, tengo la intención de encargarme hoy de algo, vía “satélite y prensa escrita”.
–¿Y de qué piensas encargarte? –preguntó Katherine, preocupada.
–Tengo la intención de asegurarme que el resto del mundo sepa que no creo que él haya matado a nadie. ¡Tal vez, si hago un buen trabajo en esa conferencia de prensa, la opinión pública obligue a las autoridades a reabrir el caso!
Katherine la observó sacarse la bata.
–¿Serías capaz de hacer eso por él, a pesar de lo mal que te trató y de lo que te hirió? –Miley le sonrió y asintió enfáticamente. Katherine se volvió para irse, pero cambió de idea.
–Si estás decidida a convertirte en el vocero de Nicholas Jonas, te aconsejo que trates de estar lo más hermosa posible. Es injusto, pero mucha gente se deja llevar más por el físico de una mujer que por lo que dice.
–Gracias –dijo Miley. Estaba tan decidida que no se sentía nada nerviosa. Empezó a analizar lo que le convendría ponerse–. ¿Algún otro consejo?
Katherine meneó la cabeza.
–Estarás maravillosa, porque es algo que te importa y porque eres sincera, y eso se notará en todo lo que hagas y digas. Siempre se nota.

Miley apenas la oyó. Estaba pensando en alguna estrategia para lograr lo que se proponía. Se le ocurrió la idea de tratar el incidente –y a los medios– con cierta frivolidad. Pero luego decidió que sería mejor hacer un relato formal del incidente durante el cual trataría de suavizar la actitud de la prensa hacia Nick. Eso sería lo mejor, seguido por una actitud relajada y sonriente cuando empezaran a hacerle preguntas.
Sonriente. Segura. Relajada. Nick era el actor, y no ella, y no sabía cómo lo lograría, pero de alguna manera se las arreglaría.

En un elegante departamento de Chicago que daba a Lake Shore Drive, Liam Farrell, el ex vecino y padrino de casamiento de Nick, levantó la mirada cuando, seguida por la madre, su hijita entró corriendo en la habitación y se trepó a sus rodillas. Con su pelo sedoso y sus ojos azules, el parecido de Marissa con su madre era tan extraordinario que Liam no pudo menos que sonreír al mirarlas a ambas.
–Creí que era la hora de tu siesta –dijo, mirando a la pequeña.
–Cuento, papá. Antes. Por favor.
Antes de contestar, Liam miró a Demi, que era presidenta de Bancroft y Compañía, una importante cadena de tiendas elegantes fundada por sus antepasados. Demi le sonrió, complaciente.
–Es domingo –dijo– Los domingos son días especiales. Supongo que la siesta puede esperar un rato.
–Bueno, mamá nos da permiso –dijo Liam instalando a su hija en las rodillas mientras pensaba en la historia que le contaría.
La atmósfera hogareña fue interrumpida por la llegada de Spencer O’Hara, el chofer y guardaespaldas familiar, que se consideraba un integrante de la familia y era tratado como tal.
–Liam –dijo con tono ansioso–. Acabo de ver por televisión que Miley Mathison, la mujer a la que Nick tomó como rehén, va a ofrecer una conferencia de prensa. Está por empezar.
Demi no conocía a Nicholas Jonas, que ya estaba en la cárcel cuando se unió a Liam, pero sabía que eran grandes amigos. En ese momento, al notar la expresión sombría con que su marido prendía el televisor, se dirigió a Spencer.
–Por favor Spencer, ¿llevarías a Marissa a su cuarto para que duerma la siesta?
–Por supuesto. ¿Vamos, querida? –Y se alejaron de la mano, el gigante y la chiquita que lo consideraba su osito privado.
Demasiado tenso para sentarse, Liam metió las manos en los bolsillos del pantalón y observó en silencio a la muchacha bonita que subía al podio cubierto de micrófonos, luciendo un sencillo vestido de lana blanca con botones dorados, el largo pelo oscuro sujeto con un moño a la altura de la nuca.
–¡Que Dios ayude a Nick! –murmuró Liam–. Esa muchacha se parece a Blancanieves y logrará que el mundo entero aulle pidiendo su sangre por haberla secuestrado.
Pero después de que el alcalde de Keaton terminó de advertir a la prensa que esperaba que la trataran con cortesía, cuando Miley Mathison empezó a explicar lo que le había sucedido mientras estaba en poder de su secuestrador, la expresión de Liam se trocó en una sonrisa de sorpresa. A pesar de los temores de Liam, Miley Mathison se las ingeniaba para describir su semana con Nick como una especie de aventura, se refería a la cortesía de un hombre al que describió como “extremadamente bondadoso” en lugar de hablar de una experiencia horrible en manos de un asesino prófugo.

Cuando relató la verdad acerca de su intento de huida en la plaza de estacionamiento para camiones y narró la manera inteligente en que Nick se la impidió, lo hizo de un modo tal que arrancó una serie de risas de algunos periodistas. Y cuando describió su segundo intento de huir en el snowcat y los esfuerzos de Nick por “rescatarla” del arroyo helado, lo pintó como lo que realmente creía que era: un héroe compasivo.
Cuando terminó su exposición, en el auditorio resonaron las preguntas de la prensa y Liam volvió a ponerse tenso por el tono peligroso que tenían.
–Señorita Mathison –gritó un reportero de la CBS–, ¿Nicholas Jonas en algún momento la amenazó con un arma de fuego?
–Sabía que estaba armado porque vi la pistola –contestó ella, sonriendo–, y eso bastó para convencerme, por lo menos al principio, de que posiblemente no me conviniera iniciar una pelea con él o criticar alguna de sus películas.
Resonaron carcajadas, junto con otras preguntas.
–¡Señorita Mathison! Cuando capturen a Jonas, ¿piensa presentar cargos de secuestro contra él? Siempre sonriente, ella negó con la cabeza.
–No creo que lograra que lo condenaran. Me refiero a que si hubiera mujeres en el jurado, lo declararían inocente en cuanto se enteraran de que la mayoría de las veces se encargó de cocinar y del lavado de la vajilla.
–¿La violó?
Miley levantó los ojos al cielo en un gesto de incredulidad.
–¡Bueno! Acabo de hacerles un recuento detallado de todo lo que sucedió durante cada día de esa semana, y aclaré específicamente que en ningún momento me hizo un daño físico. No podía haber dicho eso si hubiera intentado cometer un acto tan despreciable.
–¿La maltrató verbalmente?
Ella asintió con aire solemne, pero en sus ojos brillaba la risa cuando respondió:
–Sí, en realidad lo hizo...
–Por favor, describa lo ocurrido.
–Por supuesto. Una noche se ofendió sobremanera cuando no incluí su nombre en la lista de mis actores preferidos.
Estallaron algunas risotadas en el auditorio, pero el periodista que había hecho la pregunta no pareció darse cuenta de que Miley bromeaba.
–¿Y en ese momento la amenazó? –inquirió–. ¿Qué le dijo y cómo lo dijo?
–Bueno, me habló en tono muy disgustado, y me acusó de estar obsesionada por los hombres de baja estatura.
–¿En algún momento le tuvo miedo, señorita Mathison?
–El primer día me atemorizó su arma –dijo ella sopesando cuidadosamente sus palabras–, pero cuando no me disparó a pesar de que le había pasado una nota a la empleada del restaurante, ni después de mis dos siguientes intentos de huida, me di cuenta de que por más que lo provocara, no me haría daño.
Una y otra vez, Matt la observó desviar las preguntas de los periodistas y empezar a llevarlos de la animosidad hacia la simpatía por su secuestrador. Después de alrededor de treinta minutos de veloz interrogatorio, las preguntas empezaron a espaciarse.
–Señorita Mathison –exclamó un reportero de la CNN–. ¿Quiere que capturen a Jonas?
Miley se volvió hacia el periodista y contestó:
–¿Cómo es posible que uno quiera que una persona que ha sido injustamente condenada vuelva a ser encarcelada? No sé cómo es posible que un jurado lo haya condenado por asesinato, pero me consta que no es más capaz de asesinar a nadie de lo que lo soy yo. Si hubiera sido capaz de eso, yo no estaría aquí en este momento, porque, como les expliqué hace algunos minutos, hice todo lo posible por poner en peligro su huida. También quiero que recuerden que cuando creyó que nos había ubicado un helicóptero, su primera preocupación no fue su propia seguridad, sino la mía. Lo que sí me gustaría es que se detuviera esta cacería mientras alguien revisara su caso. –Luego concluyó con un tono firme pero cortés–: Si no tienen más preguntas, señoras y señores, podemos poner fin a esta entrevista y regresar a nuestras respectivas casas. Como dijo el mayor Addleson, Keaton quiere volver a la normalidad, y yo también. Por lo tanto no concederé más entrevistas ni contestaré más preguntas. Nuestra ciudad ha estado encantada de recibir el dinero de ustedes, como “turistas”, en nuestras cajas registradoras, pero quiero advertirles que, si deciden quedarse aquí, estarán perdiendo el tiempo.
–¡Tengo otra pregunta! –gritó con tono imperioso un reportero de Los Angeles Times– ¿Está usted enamorada de Nicholas Jonas?
Miley lo miró, levantó las cejas y contestó con tono desdeñoso:
–Hubiera esperado una pregunta como ésa del National Enquirer, pero no de Los Angeles Times. –Esa vez, su intento de soslayar la pregunta provocó risas, pero no tuvo éxito.
–Está bien, señorita Mathison –gritó un periodista del Enquirer–. Nosotros le haremos esa pregunta. ¿Está enamorada de Nicholas Jonas?

Fue la única vez que Liam la vio vacilar y, con el corazón lleno de simpatía, la notó luchar por seguir sonriendo y conservar su expresión indiferente. Pero los ojos la traicionaban, esos ojos enormes, de largas pestañas, que oscureció una emoción parecida a la ternura. Y justo cuando Liam creyó que los periodistas habían logrado hacerla caer en una trampa, Miley cambió de táctica y se encaminó, por deseo propio, hacia la trampa, obligándolo a admirar su coraje.
–En un momento o en otro –contestó–, la mayor parte de la población femenina de este país se ha creído enamorada de Nicholas Jonas. Ahora que lo conozco –agregó con voz apenas quebrada–, creo que es una demostración de excelente gusto. Es... –Vaciló buscando la palabra indicada, y por fin dijo con toda sencillez–: Es un hombre muy fácil de querer.

Sin otra palabra se volvió para alejarse del podio y fue rápidamente rodeada por dos hombres, que Liam supuso serían agentes del FBI, y por varios policías uniformados, quienes la acompañaron hasta la salida.
Liam apagó el televisor cuando el reportero de CNN se disponía a hacer una recapitulación de la entrevista. Enseguida miró a su mujer.
–¿Qué opinas de eso?
–Creo que fue increíble.
–¿Pero logró cambiar la opinión que tenías de Nick? Yo estoy influenciado a su favor, pero como tú no lo conoces, es probable que tu impresión sea la de la mayoría del público.
–No creo que sea tan imparcial como crees. Eres muy buen juez de caracteres, y es evidente que lo crees inocente. Si tú lo crees así, yo también me inclino a creerlo.
–Gracias. Ése es un tributo a mi buen criterio –dijo Liam besándola con ternura.
–Pero te quiero hacer un par de preguntas –dijo ella, y Miley presintió lo que se avecinaba–. Miley Mathison dijo que la llevaron a una casa aislada en las montañas de Colorado. ¿Era nuestra casa?
–No lo sé –contestó él con completa sinceridad, sonriendo al ver que su mujer le dirigía una mirada escéptica–. Pero supongo que sí –agregó con la misma sinceridad–. Nick ya había estado allí, aunque siempre llegó en avión. Además, a lo largo de los años le he ofrecido repetidas veces que usara la casa cuando quisiera. Lo natural es que se haya sentido en libertad de usarla en este momento, siempre que con eso no me involucrara.
–¿Pero no estás involucrado? –preguntó Demi con algo parecido a la desesperación–. Tú...
–No estoy involucrado con Nick de ninguna manera que pueda significar un peligro para ti o para mí –Al ver que ella no parecía convencida, repitió con tranquilidad–: Cuando lo enviaron a la cárcel, Nick me otorgó poder general, para que pudiera manejar sus inversiones y sus asuntos financieros, cosa que sigo haciendo. Eso no es ilegal, ni lo ignoran las autoridades. Hasta que huyó de la cárcel, siempre se mantuvo en contacto conmigo.
–¿Pero, y ahora que ha huido, Liam? ¿Qué harás si trata de comunicarse contigo?
–En ese caso –contestó él con un encogimiento de hombros que en lugar de tranquilizar a Demi, aumentó su preocupación–, haré lo que debe hacer cualquier ciudadano respetuoso de la ley y lo que Nick supondrá que haré: notificar a las autoridades.
–¿Con cuánta rapidez?
Liam no pudo menos que reír ante lo perceptiva que era su mujer, y le puso una mano sobre el hombro para conducirla al dormitorio.
–Lo suficientemente rápido como para impedir que las autoridades me acusen de complicidad –prometió. «Pero ni un minuto antes», se dijo para sus adentros.
–¿Y qué me dices del hecho de que haya usado nuestra casa? ¿Les confiarás tus sospechas a las autoridades?
–¡Me parece una idea excelente! –exclamó Liam después de pensarlo unos instantes–. Lo considerarán una prueba más de mi inocencia y un gesto de buena fe de mi parte.
–Un gesto –agregó su mujer– que de ninguna manera podrá dañar a tu amigo, porque de acuerdo con Miley Mathison, hace varios días que abandonó Colorado.
–Eres muy inteligente, querida –contestó él, sonriente–. ¿Y ahora por qué no te metes en cama y te preparas para nuestra “siesta”, mientras yo llamo a la oficina local del FBI?
Demi asintió y apoyó una mano sobre el brazo de su marido.
–Si yo te pidiera que no volvieras a involucrarte con nada que se refiera a Nicholas Jonas... –empezó a decir, pero Liam meneó la cabeza para hacerla callar.
–Haría cualquier cosa en el mundo por ti, y lo sabes –dijo con voz ronca por la emoción–, pero por favor no me pidas eso, Demi. Tengo que vivir con mi conciencia, y me resultaría muy difícil si le hiciera eso a Nick.
Demi vaciló, sorprendida por la lealtad que Liam sentía por ese hombre. Considerado un empresario brillante, pero duro, Liam estaba relacionado con mucha gente, pero no confiaba en ellos ni los consideraba sus amigos. En realidad, hasta dónde ella sabía, Nicholas Jonas era la única persona a quien Liam consideraba un amigo cercano y digno de confianza.
–Debe de ser un hombre notable, para que le seas tan leal.
–Estoy seguro de que te gustaría –contestó el marido.
–¿Por qué estás tan seguro? –bromeó ella, tratando de imitar la actitud indiferente de Liam.
–Lo sé porque estás loca por mí.
–¿No me dirás que se parecen tanto?
–Mucha gente lo ha creído, y no necesariamente de una manera halagüeña. Pero la verdad es que soy lo único que Nick tiene. No confía en nadie más que en mí. Cuando lo arrestaron, los psicópatas y competidores que durante años simularon ser sus amigos se alejaron de él como si tuviera peste bubónica y se solazaron con su caída. Hubo otras personas que siguieron siéndole leales aun después de que lo encarcelaron, pero él cortó toda comunicación con ellos y hasta se negó a contestar sus cartas.
–Es probable que estuviera avergonzado.
–Estoy seguro de que así fue.
–Te equivocas con respecto a una cosa –dijo ella con suavidad–. Aparte de ti, cuenta con otro aliado.
–¿Quién?
–Miley Mathison. Está enamorada de él. ¿Crees que Nicholas la habrá visto o habrá oído lo que dijo hoy?
Liam negó con la cabeza.
–Lo dudo. No sé dónde está, pero debe de hallarse en algún lugar muy remoto, y fuera del país. Sería un tonto si se hubiera quedado en los Estados Unidos, y Nick no tiene un pelo de tonto.
–¡Ojalá la hubiera oído! –exclamó Demi, apesadumbrada por Nick a pesar del miedo que le daba que implicara a su marido–. Tal vez haya tenido suerte y se haya enterado de lo que ella trata de hacer.
–Nick jamás ha tenido suerte en su vida personal.
–¿Crees que se habrá enamorado de Miley Mathison mientras estuvieron juntos?
–No –contestó Matt con absoluta seguridad–. Aparte del hecho de que en ese momento debe haber tenido preocupaciones mucho mayores, Nick es... prácticamente inmune a las mujeres. Las disfruta sexualmente, pero no les tiene demasiado respeto, lo cual no es nada sorprendente considerando la clase de mujeres que ha conocido. Cuando estaba en el pináculo de su carrera de actor, se le pegaban como moscas, pero cuando empezó a ser director y a poder distribuir jugosos papeles a actrices afortunadas... lo rodeaban como hermosas pirañas. Y él era inmune a sus encantos. En realidad sólo lo he visto demostrar ternura a los niños, y ése fue el principal motivo que lo impulsó a casarse con Rachel. Ella le prometió hijos, y obviamente olvidó esa promesa lo mismo que renegó de sus votos matrimoniales. –Volvió a menear la cabeza–. Nick jamás se enamoraría de una bonita maestra de escuela de ciudad pequeña... ni en unos días, ni en varios meses.
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les dejo esta foto solo para que se les caiga la baba fksjdfkhdskafg



2 comentarios:

  1. hahhaha bitch me dejaste con intriga, ahora quiero que Miley quede con el de el FBI, me cae bie, Nick ya no es un estupido

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  2. awww SIGUELA SIGUELA YO QUIERO SABER QUE PASO CON NICK!!!!! SUBE MARATON!!!! PLIS AMO ESTA NOVE
    POR CIERTO
    MILEY CYRUS TE PARTO!!!!!

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