martes, 4 de marzo de 2014

Paraíso Robado - Cap: 55



–¿Está enamorado de tu qué?

–Joel es hijo de mi abuela política, pero como somos más o menos de la misma edad, acordamos considerarnos medio hermanos. El nombre del otro hilo es Jason.

Nick apretó los labios.

–Supongo –dijo con voz burlona– que Joel es homosexual.

A Miley no le gustó el tono de Nick, y su cara lo delató.

–Sí, lo es. ¡Pero no te atrevas a criticarlo! Es el hombre más gentil y amable que he conocido en mi vida. Jason, su hermano, no es homosexual, pero si un auténtico cerdo.

Nick dulcificó la expresión ante aquella encendida defensa del hermanastro homosexual. Luego levantó la mano, incapaz de reprimir el deseo de tocar a 
Miley.

–Quién hubiera dicho –comentó con la mirada fija en los iracundos ojos de la joven mientras le rozaba el brazo con los nudillos– que la orgullosa y correcta debutante que conocí hace años tenía también sus manchas familiares.

Olvidando a Patrick Farrell, que se había detenido en el primer peldaño y desde allí escuchaba fascinado la discusión, 
Miley apartó el brazo que Nick le acariciaba.

–Por lo menos yo no me he pasado la vida revolcándome por ahí. Y por supuesto no me acostaría con nadie con el pelo teñido de rosa –concluyó acaloradamente.

–¿Quién tiene el pelo teñido de rosa? –preguntó Patrick con voz ahogada y risueña, mientras subía los peldaños.

Nick miró distraídamente alrededor y vio que en aquel momento la cocinera colocaba una bandeja sobre la mesa del comedor.

–Es demasiado pronto para cenar –objetó frunciendo el entrecejo.

–Culpa mía –aclaró Patrick–. Pensé que el avión salía a medianoche, pero cuando fuiste a buscar a 
Miley me acordé de que el vuelo es a las once. Entonces le pedí a la señora Wilson que adelantara la cena una hora.
Miley se alegró del equívoco. La velada sería más corta y podría pedirle a Patrick que la dejara en su casa. Animada, se sentó a la mesa y comió con relativa comodidad. Patrick también la ayudó al introducir uno tras otro temas de conversación impersonales; ella participaba cuando no lo hacía Nick. En realidad, aunque Nick se sentaba a la cabecera de la mesa y ella a su derecha, se las arregló para no mirarlo a la cara, por lo menos hasta concluida la comida. El final de la comida fue también el principio de un nuevo rumbo en la velada.
Miley creía que Patrick no tenía idea de hasta qué extremos de inmoralidad había llegado su hijo, pero al levantarse de la mesa descubrió que su presunta ignorancia y neutralidad no eran más que una quimera.

Miley –le censuró el padre de Nick–, no le has dirigido la palabra a Nick desde que nos sentamos a la mesa. El silencio no te llevará a ninguna parte. Lo que vosotros dos necesitáis es una buena pelea para que todo salga a la superficie y se despeje la atmósfera. –Miró a su hijo, sonriéndole significativamente–. Podéis empezar tan pronto como le dé a Miley un beso de despedida. Spencer me espera en la puerta.
Miley se apresuró a intervenir:

–No va a haber ninguna pelea. De hecho, tengo que marcharme. ¿Puede dejarme en casa camino al aeropuerto?

La voz de Patrick sonó tan implacable como paternal y cariñosa:

–No seas tonta, 
Miley  Te quedarás aquí con Nick y él te llevará a casa más tarde.

–¡No soy tonta! Señor Farrell...

–Papá...

–Lo siento... papá –se corrigió, y comprendiendo que era su única ocasión para ganarse el apoyo de Patrick, puso manos a la obra–. Creo que usted no sabe por qué estoy aquí. Estoy aquí porque su hijo me ha chantajeado y coaccionado para que salga con él durante un período de once semanas.

Esperaba sorprenderlo y que se enfrentara con su hijo, pero en lugar de eso, Patrick la miró fijamente, sin el menor signo de vacilación. Cuando habló, lo hizo para apoyar a Nick.

–Nick hizo lo que era necesario para impedir que obres de un modo que luego ambos lamentaríais durante el resto de vuestras vidas.
Miley dio un paso atrás, como si la hubieran abofeteado. Tras unos segundos de asombrado silencio, pasó decididamente al ataque.

–No debería haberles contado a ninguno de los dos lo que sucedió entonces. Esta noche he pensado que usted no sabía por qué estoy aquí... –Desalentada por su propia ingenuidad, negó con la cabeza y añadió–: Tenía la intención de contárselo y pedirle que intercediera.

Patrick Farrell alzó la mano en un gesto desvalido. Quería que 
Miley lo comprendiera. Miró a Nick, que contemplaba impasible la escena.

–Tengo que marcharme –anunció Patrick, y después agregó con voz serena–: 
Miley, ¿quieres que le diga algo a Julie de tu parte?

–Puede ofrecerle mis condolencias –replicó ella en voz baja, volviéndose en busca de su bolso y su abrigo– por haber sido criada en una familia de desalmados. –No se dio cuenta de que Nick apretaba los dientes, pero sintió la mano de Patrick sobre su hombro. Se detuvo, pero sin volverse. Entonces él la soltó.

Cuando la puerta se cerró tras Patrick, en el ambiente se produjo un denso silencio... 
Miley dio un paso adelante para recoger sus cosas, pero Nick la tomó de un brazo y la obligó a volverse.

–Quiero recoger mi bolso y mi abrigo y marcharme.

–Tenemos que hablar, 
Miley –le respondió Nick con el tono frío y autoritario que ella tanto odiaba.

–Tendrás que retenerme por la fuerza –le espetó ella–. Y si lo haces, mañana serás arrestado con una orden judicial. Te lo juro. Después ya veremos qué pasa.

Entre frustrado y divertido, Nick le recordó:



–Dijiste que querías que nuestros encuentros fueran privados.

–¡Dije secretos!

Nick advirtió que aquello no conducía a nada y que la animosidad de 
Miley crecía por momentos. Entonces tomó un camino que hubiera deseado evitar: la amenaza.

–¡Llegamos a un acuerdo! ¿O es que ya no te importa lo que le ocurra a tu padre? –Por respuesta, 
Miley le lanzó una mirada de tal desprecio que Nick se preguntó si estaría equivocado al afirmar que la joven era incapaz de odiar–. Vamos a hablar esta noche –dijo él, suavizando el tono–, aquí o en tu casa, si lo prefieres. Decide.

–En mi casa –afirmó ella con resentimiento.

El cuarto de hora de viaje lo hicieron en completo silencio. Cuando ella abrió la puerta de su apartamento, la tensión entre ambos era evidente.
Miley encendió una lámpara y se dirigió al hogar, pues era el lugar más alejado de donde él estaba.

–Has dicho que querías hablar –le recordó con acritud. Cruzó los brazos sobre el pecho y esperó a que Nick iniciara su nuevo intento de coaccionarla, que sin duda era lo que iba a hacer. Apoyada en la repisa de la chimenea esperó un comentario, pero como no se produjo la ira fue dando paso al desconcierto. Nick se limitó a meter las manos en los bolsillos y, de pie en el centro del salón, paseó la mirada alrededor, deteniéndose como fascinado en todos los detalles, en el mobiliario, en los objetos más triviales.

Sumida en el desconcierto, 
Miley vio cómo él cogía una fotografía de Parker, colocada en un mareo antiguo y labrado. Miró un momento la fotografía, después la dejó en su sitio. Observó atentamente el secreter –una pieza de anticuario–, que Miley utilizaba como escritorio; luego contempló la mesa del comedor, con sus candelabros de plata, y después los sillones tapizados de algodón que había frente al hogar.

–¿Qué haces? –le preguntó por fin 
Miley, recelosa.

Nick se volvió y el regocijo de su mirada fue casi tan asombroso como sus palabras.

–Estoy satisfaciendo años de curiosidad.

–¿Qué curiosidad?

–La que tú me inspiras –respondió, y de no haber sabido que era imposible, ella habría jurado que en el rostro de Nick había una enorme ternura–. La que me inspiran los objetos que te rodean.

Deseando haber permanecido en campo abierto en lugar de buscar el refugio del hogar, 
Miley lo vio acercarse y detenerse frente a ella. Se había vuelto a meter las manos en los bolsillos.

–Te gusta el algodón –comentó Nick con una cálida sonrisa–. No sé, nunca lo hubiera imaginado. Aunque va contigo... las antigüedades, las flores vivas. Cálido y acogedor. Me gusta mucho.

–Bien, ya puedo morirme feliz –replicó 
Miley  recelando del calor de su sonrisa y su mirada–. Ahora dime lo que tengas que decir.

–Por una parte me gustaría saber por qué estás más enojada hoy que ayer.

–Te lo diré –aseguró ella con voz temblorosa por el esfuerzo que hacía para no dar rienda suelta al resentimiento–. Ayer me rendí a tu chantaje y accedí a que nos viéramos durante once semanas, pero no participaré, no participaré –recalcó repitiendo las palabras– en esta farsa que tu quieres poner en escena.

–¿Qué farsa?

–Pretender que deseas una reconciliación, como hiciste ante tus abogados el martes y ante tu padre esta noche. Lo que buscas es la venganza, y la has encontrado de una manera más sutil y barata que llevando a mi padre ante los tribunales.

–En primer lugar –apuntó Nick–, podría haber originado un desastre público ante un juez con el dinero que voy a darte si todo esto no sale bien. Lo que pretendo no tiene nada que ver con la venganza, 
Miley –prosiguió con voz enérgica–. En la reunión te dije cuál era mi propósito. Existe algo entre nosotros, siempre ha existido y ni siquiera once años de separación han podido destruirlo. Quiero darnos una oportunidad.
Miley se quedó perpleja y con los ojos abiertos desorbitadamente. Estaba dividida entre la ira por tan ultrajante embuste y el regocijo que le causaba pensar que él pudiera creerla tan est/úpida como para morder el anzuelo.

–¿Tengo que pensar que durante todos estos años has estado más o menos enamorado de mí o algo así...? –Se interrumpió, reprimiendo una carcajada histérica e iracunda.

–¿Me creerías si te contesto que sí?

–Tendría que ser muy imb/écil para creerte. Ya te he dicho que, como cualquier lector de periódicos y revistas, sé que te has acostado con cientos de mujeres.

–Es una exageración ultrajante y tú lo sabes. –
Miley arqueó las cejas, pero no rompió su escéptico silencio–. ¡Maldita sea! –exclamó Nick, mesándose con enojo el cabello–. No esperaba esto. No, no esto. –Se separó de ella, se volvió y habló con amarga ironía–. ¿Resultará más creíble si te convenzo de que durante años después de nuestro divorcio tu imagen me persiguió a todas partes y en todo momento? ¡Pues es cierto! ¿Te gustaría saber por qué trabajé como un imb/écil y me arriesgué como un loco con el fin de doblar y triplicar cada centavo que ganaba? ¿Quieres que te diga qué hice cuando amasé el primer millón de dólares?

Turbada e incrédula, 
Miley hizo un ligero e inconsciente gesto de asentimiento.

–Ese dinero lo gané llevado por mi obsesión de demostrarte que era capaz de hacerlo. Y aquella noche brindé por ti con champán. No fue un brindis amistoso, pero sí elocuente a su manera. Dije: «por ti, esposa mercenaria, que lamentes durante mucho tiempo el día en que me volviste la espalda»... –Nick hizo una pausa y luego prosiguió su amargo discurso–: ¿Quieres que te cuente cómo me sentía al descubrir que todas las mujeres que arrastraba a la cama eran rubias como tú, tenían ojos azules como tú... y que por eso me acostaba con ellas? Inconscientemente, era a ti a quien hacía el amor.

–Eso es repugnante –susurró 
Miley con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

–¡Lo mismo sentí yo! –Se situó frente a ella y dulcificó el tono de voz–. Y puesto que es la hora de confesar, te toca a ti.

–¿Qué quieres decir? –inquirió 
Miley  incapaz de creerlo que él le había contado, aunque convencida de que de algún modo Nick pensaba que estaba diciendo la verdad...

–Empecemos con tu escéptica reacción a mis palabras cuando afirmé que siempre ha existido algo entre nosotros.



–¡No hay nada entre nosotros!

–¿No te parece extraño que los dos hayamos permanecido solteros durante todos estos años?

–No.

–Y en la casa de Edmunton, cuando me pediste una tregua, ¿no sentías nada por mí en aquel momento?

–¡No! –afirmó 
Miley, mintiendo conscientemente.

–O en mi despacho... cuando fui yo quien te pidió la tregua. –Lanzaba las preguntas como un inquisidor.

–Nunca sentí nada, excepto tal vez... qué sé yo, una especie de amistad –declaró 
Miley con cierta desesperación.

–¿Y amas a Reynolds?

–Sí.

–Entonces, ¿qué diablos hacías en la cama conmigo el pasado fin de semana?
Miley respiró temblorosamente.

–Fue algo que... sucedió. No tenía significado alguno. Tratábamos de consolarnos mutuamente, eso es todo. Fue... agradable, no lo niego, pero nada más.

–¡No me mientas! Gozamos el uno del otro hasta un punto increíble. ¡Lo sabes! –
Miley guardó silencio y él siguió presionándola. –Y como es natural, no sientes deseo alguno de volver a hacer el amor conmigo...

–Así es.

–¿Me concedes cinco minutos para demostrarte que estás completamente equivocada?

–¡Por supuesto que no!

–¿Crees de veras que soy tan ingenuo como para no saber que aquel día en la cama me deseabas tanto como yo a ti? –preguntó Nick, recuperando la calma.

–Estoy segura de que tienes la experiencia necesaria para adivinar los sentimientos de una mujer –replicó ella, demasiado enojada para percatarse de lo que admitía–. Pero a riesgo de herir tu censurable confianza, te diré con exactitud cómo me sentí aquel día en la cama contigo. Me sentí ingenua, torpe y desmañada.

–¿Qué?

–Ya me has oído –respondió ella, sintiéndose decepcionada al comprobar que, en lugar de enojarse, Nick se apoyó en la repisa de la chimenea y soltó una carcajada. Rió hasta que 
Miley se puso tan furiosa que deseé huir de allí. Entonces él recuperó la compostura.

–Lo siento –se disculpó con mirada amable. Levantó la mano y rozó la suave mejilla de 
Miley  asombrado y feliz al descubrir que a pesar de su belleza, ella no se había pasado la vida de cama en cama. De haberlo hecho, en lugar de sentirse torpe haciendo el amor con él habría sabido con certeza que con una sencilla caricia encendía la llama de su pasión–. ¡Dios mío, eres adorable! –susurró Nick–. Por dentro y por fuera. –Se inclinó para besarla, pero ella apartó la cara y la besó en la oreja–. Si me besas –susurró Nick con voz ronca, al tiempo que le rozaba con los labios la mandíbula–, subiré la cifra a seis millones. Si te acuestas conmigo esta noche –prosiguió, perdiéndose en la esencia de su perfume y en la dulzura de su piel–, te daré el mundo. Pero si accedes a vivir conmigo –musitó rozándole la mejilla y la comisura de los labios con la boca–, te daré mucho más que eso.
Miley no podía escapar, pues el cuerpo de Nick le cerraba el paso. Intentó hablar con desdén, tratando de ignorar la excitación que le producían los roces de la boca de su enemigo.

–¡Seis millones de dólares y el mundo entero! –exclamó con voz ligeramente temblorosa–. ¿Qué más podrías darme si me voy a vivir contigo?

–El paraíso. –Levantando la cabeza, Nick le tomó la barbilla entre los dedos y la obligó a mirarlo. Su voz sonó solemne–. Te entregaré el paraíso en bandeja de plata. Cualquier cosa que quieras, todo lo que quieras. Pero yo voy con ello. Es un lote completo. –
Miley trago saliva, intimidada por la mirada de sus ojos grises y su voz profunda–. Formaremos una familia –continuó Nick, describiendo el paraíso que le ofrecía, mientras se inclinaba de nuevo hacia ella–. Tendremos hijos... Yo quisiera seis –bromeó rozándole las sienes con los labios–, pero me contentaré con uno. No tienes que decidirlo enseguida. –La joven respiró hondo y él decidió que ya había llegado bastante lejos aquella noche. Se irguió con brusquedad y le dio a Miley  un golpecito bajo el mentón–, Piénsalo –sugirió con una sonrisa.
Miley se quedó estupefacta al ver que Nick se volvía y se dirigía a la puerta en silencio. Cuando salió, Miley no pudo apartar la vista de allí, sin moverse. Su mente intentaba digerir todo cuanto Nick había dicho. Por fin, se aferró al respaldo de un sillón y, rodeándolo, se hundió en él. No sabía si reír o llorar. Él mentía, tenía que estar mintiendo. O estaba loco. Esta última posibilidad explicaría su firme determinación de perseguir un objetivo inalcanzable, un objetivo que se había propuesto hacia once años: demostrar que era lo bastante bueno para casarse con ella, con una Bancroft. Miley había leído artículos que describían los enfrentamientos de Nick en el mundo de los negocios. Luchas encarnizadas con la competencia o con las víctimas de una fusión de compañías. En tales artículos se daba a entender que era un hombre casi inhumanamente obsesivo. Si se fijaba una meta, no se detenía hasta llegar a ella.
Miley lanzó una risa histérica, de pánico, al darse cuenta de que ella era la siguiente adquisición de Nick Farrell, su más reciente compra hostil. No estaba dispuesta a creer que él había pasado años colgado de su recuerdo después del divorcio. Si ni siquiera le había dicho nunca que la amaba. No se lo había dicho durante una noche de pasión, ni después de saciado su apetito.

Sin embargo, sí creía algunas de las cosas que él le acababa de decir. Era probable que Nick se hubiera pasado los primeros años, después de la separación, trabajando duro para demostrarle a ella, y sin duda a su padre, que era capaz de amasar una fortuna. Él era así, pensó 
Miley  esbozando una sonrisa irónica. También coincidía con su personalidad aquel brindis con el que festejó su primer millón de dólares. Vengativo hasta el final, siguió pensando la joven, divertida. No tenía nada de extraño que se hubiera convertido en una fuerza con la que había que contar en el mundo de los negocios. Se le ocurrió que sus pensamientos eran demasiado blandos, dadas las circunstancias, y a regañadientes reconoció el motivo. Nick había dicho otra verdad: siempre hubo algo entre ellos. Desde el primer encuentro, tan lejano. En cuanto se conocieron, surgió de inmediato una atracción mutua, inexplicable. Y aquel lazo se fue estrechando durante los días que ella pasó en su casa de Edmunton. Sí, lo había sentido, y ahora que Nick admitía sentir lo mismo, ella estaba impresionada. Y esta atracción había pugnado por aflorar a la superficie el día del almuerzo, de tan triste final. Finalmente, en su casa de Edmunton floreció cuando ella le estrechó la mano sellando la paz. Después se hizo más fuerte, más vibrante, cuando sentados en el comedor, aquella misma noche, hablaron de negocios. En cierto modo, era como si ambos hubieran nacido siendo amigos. A ella le resultaba imposible odiar de veras a Nick, hiciera lo que hiciese.

Con un suspiro de desconcierto se levantó de la silla, apagó la luz y se dirigió a su dormitorio. Se estaba desabrochando la blusa, de pie al lado de la cama, cuando el resto de las palabras de Nick, las que ella se resistía inflexiblemente a recordar, le golpearon la mente: «Si te acuestas conmigo esta noche te daré el mundo. Pero si accedes a vivir conmigo... te entregaré el paraíso en bandeja de plata. Cualquier cosa que quieras, todo lo que quieras. Pero yo voy con ello. Es un lote completo».

Agitada por el recuerdo, 
Miley se quedó quieta durante largos instantes, luego sacudió con energía la cabeza como queriendo desprenderse de aquel acoso. Terminó de desabrocharse la blusa. Aquel hombre era letal. No tenía nada de extraño que las mujeres se le rindieran sin condiciones. ¡El mero recuerdo de su voz susurrándole esas cosas al oído la hacía temblar! Miley sonrió pensando en ello, pero de pronto su sonrisa desapareció al ocurrírsele que Nick le habría ofrecido el mismo paraíso a docenas de mujeres. Sin embargo, la prensa sensacionalista nunca dio a entender que el temido financiero viviera con alguien. Miley se sintió mucho mejor al recordar este detalle, pero estaba tan exhausta que no se preguntó el motivo.

Ya en la cama, se acordé de Parker y se le cayó el alma a los pies. A pesar de la manera en que se habían separado, la joven sabía que, en el fondo de sus corazones, ninguno de los dos deseaba la ruptura. Pero no la había llamado en todo día. ¿Tal vez esperaba que fuera ella quien tomara la iniciativa? Le llamaría... por la mañana, y le haría comprender.

Esta noche, no. Por la mañana.

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LO AMO FSHKDSJLKJ ES TAN LINDO CON ELLA +.+ 
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5 comentarios:

  1. Hola me encantan todas tus novelas de los dos blog , amo como escribes y espero que no dejes de hacerlo aún que no comento siempre estoy pendiente de cuándo subes siguela por fis :)

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  2. JVFKDJVFKJLJL CASI ME MATAS!!! POR FAVOS SIGUELA..NO TE DEMORES MUCHO!!

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  3. Valla esta novela es genial, es una lastima que subas cada mes :/ sube mas seguido porfavorrrr, espero no te demores con el próximo capitulo Supongo que empezó lo mejor de esta nove y que la dejes ahi es un total misterio, de echo me da miedo que subas dentro de un mes mas capitulos :c por faaaaaaaa sube rapidinmnnnnnnnnn

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  4. awww hermoso capitulo nick casi me rompe el corazon con lo que dijo es el amor de mi vida
    osea nada de eso hubiese pasado si el puto papa de miley no se hubiese metido
    el viejo eso solo es escoria humana
    y parker un lame bolas jajaja
    me encanto
    SIGUELA!!!!!

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  5. Me encantaaa, esta super. Siguelaaa!

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